viernes, 4 de febrero de 2011

La Piel

Estuvo un rato largo paseando solo por las calles de la ciudad. Observó, con fastidio, que todos los transeúntes eran más jóvenes que él. El cielo, aquella mañana, era gris como el suelo que pisaba. Algo fatigado por la caminata, se sentó en un banco y ojeó el diario de la mañana. Un perro distraído descargó sus necesidades junto a sus zapatos. El hombre, como otras tantas veces, sacó de un bolsillo su vieja agenda, la abrió y, lentamente, se entretuvo repasando sus amarillentas hojas: “Lo mismo de siempre -se dijo- todos muertos y, los pocos que no…, adivina”. Aquella mañana se sentía más deprimido que de costumbre (llevaba cerca de diez años viviendo solo). Una fila de niños, asidos a una cuerda larga, desfilaron frente a él. Poco después, asombrado, vio como un turista, con el mayor descaro, le fotografiaba. El molesto zumbido de los vehículos le animó a levantarse del banco y regresar a su casa. Empezó a llover. Corriendo, con las manos en la cabeza a manera de paraguas, cruzó la calle y se refugió en la Biblioteca Municipal. Para hacer tiempo, de entre las muchas estanterías, cogió un libro al azar. El libro era de poesía. El autor, Iván Tubau. Lo abrió por una página y leyó: “Cuán terrible la vida/ de un hombre cuya piel/ nadie toca jamás”.
El poema le impresionó. Se quedó, durante un rato largo, incómodo, pensativo. “Es mi caso” se dijo con pena y quizá también con cierta vergüenza. Cuando la lluvia paró, salió a la calle. No tenía ganas de volver a casa. Siguió caminando con la amarga desazón que le había producido la lectura de aquel poema. Comió en un bar. Más tarde siguió de nuevo deambulando por las calles hasta que, al fin, decidido, entró en una tienda. Estuvo en ella como diez minutos. Salió con un paquete bajo el brazo de proporciones medianas y se encaminó hacia su casa. En el vestíbulo unos jóvenes reían. Miró el buzón. No había nada. Una vez en el piso tuvo que cerrar las ventanas. La música estridente del vecino de enfrente invadía la estancia. Descolgó el teléfono. Ninguna llamada perdida. Trasladó el paquete que había comprado al dormitorio, le quitó el papel que lo envolvía y abrió la caja. Extrajo de ella su contenido, lo montó debidamente y lo dejó apoyado en una pared de la habitación. La tarde se le pasó rápida viendo la televisión, aunque su mente, inconscientemente, rememoraba insistente el texto del poema que había leído. Decidió acostarse. Se estiró en la cama al tiempo que enchufaba el objeto que había comprado y, entonces, la muñeca de plástico, diligente, empezó a acariciarle la espalda una y otra vez, muchas veces, sin cansarse nunca.
A través del cristal de la ventana se podía oír la lluvia.

Roberto Jusmet Cassi

3 comentarios:

  1. El autor me ha mandado el cuento. Me impresiona que un poema mío tenga un papel determinante en él. El texto es excelente. Tal vez porque en estos momentos estoy leyendo "La carte et le territoire", de Michel Houellebecq (les recomiendo que, si no leen francés, len esa novela cuando aparezca la traducción española), me ha parecido que el cuento de Jusmet está en una onda muy próxima: tan dura, tan implacable, tan sobria en la expresión. Excelente, en fin, repito.

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  2. Vaya por delante que el cuento me ha gustado en general y lo he releído con ganas un par de veces. Sin embargo, como el espíritu de este blog es la crítica (negativa y positiva), me voy a animar con alguna:
    El estilo me parece el más adecuado para la temática. Frases cortas, la mayoría de ellas descriptivas y pragmáticas, pero de vez en cuando el autor se deja ver demasiado. Por ejemplo los jóvenes que están riéndose en el portal, y sobretodo la frase final. Creo que hubiera quedado más áspero sin esas pequeñas "incursiones" del subconsciente del autor en la historia.
    A propósito de las frases cortas que van montando el relato, noto que la segunda parte es mejor que la primera. En un cuento tan corto la introducción siempre es dificultosa. El hombre, del que no sabemos la edad, pero que al que sabemos que le fastidia que los todos (¿todos?) transeúntes sean más jóvenes que él, se sienta en un banco a repasar su agenda de contactos. Me parece una acción un poco inverosímil, dado que además lo hace frecuentemente. No es una crítica de fondo, sino de puesta en escena. Para mí, cuando dice simplemente: "llevaba cerca de diez años viviendo solo", es mucho más evocador, preciso y económico que toda la escena de la agenda.
    El detalle del turista haciéndole una foto me parece genial (visión de escritor).
    El suspense de lo que ha comprado en la tienda está bien porque no se alarga demasiado.
    El título es perfecto para el cuento.
    Espero que las críticas sean tomadas como constructivas, pues esa es su intención. Gracias por el relato.
    Y felicidades también al poeta, muy bellos y significativos versos.
    P

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  3. Con cometarios tan elecuentes es dificil complementarse. Es un buen relato, duro derrotero de un hombre.
    Para destacar, el uso de una figura, no tan usual hoy en día, del narrador omnisciente absoluto, "Observó, con fastidio, que todos los transeúntes eran más jóvenes que él" es un argumento muy contudente, una gran imagen del narrador(está la figura de dios escondida en esta frase como reivindica Borges en Argumentum ornitologicum?) me gusta, me parece atrevido ese tipo de narrador; claro que la economia del relato ayuda a que no haya fisuras al respecto. Otro, la incorporación del poeta, me alejé por un momento del relato y decidí buscar más poesía con esa contundencia, he descubierto a ivan Tubau, un poeta, es una gran sensación, gracias.
    a modo de comentario y opinión personal, creo que para lo corto y descriptivo de las frases que forman el relato hay una pequeña exageración en el uso de conectores, sobre todo los temporales, y a los deícticos, en un texto tan económico suenan un poco a recurso (no encuentro otra palabra, pero no es tan grave,como suena) desesperado.
    me gusta el relato, me gusta su final, y sostengo la ponión de P, en que tiene mucho mérito el suspense sobre lo que compro el personaje.
    gracias,

    Esteban Jezú

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