jueves, 15 de octubre de 2009

REENCARNADO

No sabía la razón pero siempre se dirigía hacia las mismas páginas, google le habría todas las posibilidades que le solicitaba su imaginación, la historia de la tortura era su obsesión desde hacia un par de años. Los diferentes métodos de infligir dolor de todas las culturas, y de dar muerte a los reos a lo largo de la historia, era algo que le atraía instintiva y casi convulsivamente. Encontraba muchas fotos, o dibujos según la época. No sabía si se sentía más cerca del mártir o del verdugo. Podía sentir el dolor y estremecerse con la contemplación del torturado, pero también le atraía el papel de aquel que podía permitirse el infligir penas tan infames.
Desde potros, que llegaban a descoyuntar hombres por estiramiento de sus miembros, a jaulas colgantes, donde los reos eran colgados y muertos de hambre, sed o directamente asados por una hoguera bajo ellos.
Pero aquel día, ante el rostro de una víctima de la inquisición española, encontró algo que nunca hubiera imaginado. Aquel hombre al cual podía mirar a los ojos, aquella mirada completamente desfigurada por el dolor del potro completamente tenso, le dejó ciertamente desorientado.
¡Era él! El rostro de aquel desgraciado era el suyo, Julián se reconocía claramente en el dibujo del torturado. Pensó que se estaba volviendo loco, ya había pasado por momentos de íntima preocupación por sus inconfesables aficiones, pero siempre llegaba a la conclusión de que con aquello no perjudicaba a nadie, aunque esta vez la cosa iba demasiado lejos. Se veía en la victima, ¿estaría alucinando?
Apagó la computadora y trató de pensar en otra cosa, salir a pasear, o llamar a algún amigo, pero tampoco sabía a quien, aparentaría preocupación, y no podía dar explicaciones.
Una ducha, y su desordenada cama eran la única solución, pero con él que debía ser el último cigarrillo del día, volvían las malditas visiones.
Aparentemente más relajado, volvió ante el ordenador y busco la página de nuevo. Ya no le pilló por sorpresa, seguía siendo él, no había dudas. Se estuvo contemplando un rato, lleno de dolor ante su cara de sufrimiento, y lleno de curiosidad por dar una explicación lógica a lo que estaba viendo.
- Siendo una cuestión de la inquisición tal vez en la iglesia me den una explicación, pero puede que sea mas serio acudir a la facultad de historia, aunque desde luego es mas fácil acudir al párroco del barrio-.
Al día siguiente, tras el término de su jornada laboral, se acercó a la parroquia que tenía delante de casa. La accesibilidad a la casa del señor era sencilla, y pronto se encontró llamando a la puerta de la sacristía.
Mosén Andrés le recibió de buen humor, era conocido en el barrio por su sencillez y cercanía con los vecinos, y no era muy habitual que un joven se acercara a él para una consulta.
-¿Cuál es su nombre?
-Julián.
-Es vecino del barrio?
-Si! Vivo a dos minutos de la iglesia.
-Bueno, bueno, ¿Qué le trae por aquí Julián?
-¡Pues mire Don Andrés! ¡esto!
Y depositó encima de la mesa la copia del documento.
-Verá, me gusta investigar, a veces, cosas en Internet, y leyendo sobre las torturas durante el período de la inquisición española, encontré este dibujo, ¿y no me negará un cierto parecido de mi persona con ese hombre?
-¿Qué hombre?- dijo mosén Andrés colocándose las gafas de leer.
-¡ese! El torturado.
Delante de aquella visión Don Andrés quedó petrificado, pero solo por dentro, exteriormente mantuvo el gesto de normalidad que requería la situación, el feligrés había acudido a él con un documento muy curioso, pero pidiendo una explicación que en aquel momento escapaba a sus conocimientos de fe.
-Ciertamente! Tiene usted razón Julián, ¿Dónde dice que encontró esto?. Podría ser un montaje, o una broma de algún conocido.
-Esa fotografía aparece en una página de Internet, sobre la inquisición española, no es fácil que eso este manipulado.
-Mire Julián, no se que pretende que le diga yo de esto, pero si quiere, me gustaría quedarme con la hoja y vuelva usted mañana a ver que he podido averiguar.
-Como quiera padre Andrés, tampoco quisiera molestar, Pero como comprenderá me resultó muy chocante. De todos modos, mañana vuelvo.
-Si hombre! Y vaya usted tranquilo, no de demasiada importancia a esto, mañana hablamos.
Al día siguiente, ya mas relajado por el tono de la conversación con el padre Andrés, Julián volvió a la parroquia., allí le recibió el cura con gesto amable, y le dijo que había comentado el tema con el obispo, y que este le había concedido una audiencia para dentro de dos días, que se había interesado por el tema, y que seguro que él podría dar una explicación mas adecuada a los hechos.
Pasaron dos días de incertidumbre, mirando la página siempre que le era posible, durmiendo poco, y pensando muchas veces si realmente merecía la pena acudir al obispado.
-Pase Julián, pase.
-Monseñor?
-Buenos días caballero.
-Buenos días.
-Vamos a ver, el padre Andrés me ha hecho llegar este documento, y claro, hasta este momento no entendía nada de lo que me contaba.
-Supongo que al verme?
-Todo ha cambiado, supone bien Julián.
-Y que le parece? ¿podrá usted darme alguna explicación, mas allá de las coincidencias gráficas?.
-Esto es muy curioso Julián, el dibujo es auténtico, he entrado en la página, y parece que esa pintura fue creada en directo por un pintor de la época, que tenía acceso a tan siniestros lugares, estaríamos hablando de una fotografía.
-Eso no me tranquiliza Monseñor.
-Entendería usted Julián, ¿que pueda haber dado con una prueba infalible sobre la reencarnación?
-Podría entender pero no se si creer, aunque eso sería fantástico, ¿no?
-Podría, pero también peligroso, ¿Qué pasaría si la gente supiera que va a tener otra oportunidad?, ¿Qué el tiempo les recompensará de sus penas actuales?, ¿ que tal vez no valga la pena esforzarse ahora en ser buenas personas?, ¿Qué al final el perdón existe?, las cosas están bien como están, puede que a usted en otra época lo condenaran injustamente, pero eso no sería bueno que se supiera. Piense que llevamos muchos años haciendo que las dudas confirmen la fe de nuestros seguidores, y está muy bien que siga siendo así.
-Quiere decirme Monseñor, que estaríamos ante un posible descubrimiento, pero que debemos ocultar, para preservar el poder de la iglesia.
-Venga Julián, quiero mostrarle algo.
El obispo se levantó de su cómodo sofá para invitar e Julián a entrar en una sala contigua. Una biblioteca barroca con una decoración muy recargada en detalles de madera, y frente a la entrada un cuadro que representaba una escena del infierno de Dante, que llegaba hasta el suelo.
Monseñor pulsó un botón en la moldura del cuadro, y este se abrió hacia uno de los lados, apareció una puerta, y el obispo ofreció a Julián entrar, ante él una escalera de piedra miraba abajo, Julián cruzó el umbral con la sensación de haber estado allí antes.
Al pisar el cuarto escalón descendiente, la puerta se cerró, también la luz y Julián quedó abandonado en la tiniebla.

Javi.